
AÑO 1972
DURACIÓN 102 min.
PAÍS [España]
DIRECTOR Carlos Saura
GUIÓN Carlos Saura & Rafael Azcona
REPARTO Geraldine Chaplin, Fernando Fernán-Gómez, Juan María Prada, Juan Vivó, Rafaela Aparicio, Marisa Porcel, Anny Quintas, Charo Soriano
PRODUCTORA Elías Querejeta P.C.
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Ana y los Lobos se presenta como una de las grandes películas de Carlos Saura, enmarcada dentro de la corriente que se llamó Cine Metafórico. película llena de simbolismos y de metáforas visuales.
Para entender está película hemos de remitirnos a la coyuntura político- social del momento: la agonía del Régimen Franquista. Tras, prácticamente treinta años de Dictadura, el Régimen empieza a mostrar señas de decadencia marcadas por la avanzada edad del jefe del Estado y la nueva generación que no ha vivido la guerra. Los jóvenes estudiantes representan nuevos aires liberadores del yugo y las flechas que, bajo las señas de la clandestinidad, actúan contra el régimen. Los viejos dirigentes caen y dejan paso a nuevos políticos, que aun manteniendo los pilares dictatoriales, buscan una muy ligera apertura del Movimiento.
El cine también vive en presente todo este apogeo de nuevas corrientes de pensamiento. Corrientes, que por otra parte, se habían estado fraguando en Europa en movimientos como la nouvelle vage, o el realismo- o neo realismo- italiano, o el nuevo cine inglés… Carlos Saura se enmarca en esa transición cinematográfica española hacia las nuevas expresiones. Se dejan de lado los folklores y se empieza a ver un cine más comprometido y rupturista, que ya habíamos preludiado con Berlanga y Bardem. Saura queda en medio de los viejos directores disidentes, y la corriente llamada el Nuevo Cine español que no terminar de fraguar plenamente. El Cine de Saura fue etiquetado en lo que se llamó Cine Metafórico; Cine, que por otra parte, será una de las señas de identidad del cineasta. La caza (1965), otra de sus obras maestras, podría ser otra buen ejemplo de este cine metafórico. Bajo las figuras representadas y la interpretación de las metáforas fílmicas, Saura no sólo sobrepasaba los entresijos de la censura, sino que se hacía una espléndida radiografía del panorama español posicionándose claramente contra el Régimen. Por último, baste también resaltar en este pequeño esbozo de las nuevas corrientes de cine, el compromiso de Elías Querejeta como productor alejado del cine comercial que apuesta por el cine de directores o autores comprometidos como Mario Camus, Erice, o León de Aranoa, entre otros.
En este contexto se enmarca Ana y los Lobos. Protagonizada por Geraldine Chaplin, musa del director, que encarna la figura de Ana una joven institutriz extranjera que llega a un viejo caserón donde se tendrá que enfrentar a las obsesiones y falsedades de cada uno de los miembros de una familia esperpéntica y totalitaria.
Ana Vs. Los lobos.
Los personajes que se presentan en la película, son personajes prácticamente planos que no evolucionan durante el filme; y es que más que personajes son roles muy bien definidos que esconden en su interior una compleja interpretación. Por eso, al tratarse de esferas perfectamente caracterizadas, podríamos decir, que la obra que Saura nos presenta es una fábula de la situación española del momento, una clara representación del Régimen Franquista con sus debilidades y con sus falsedades.
Ana representa la juventud, las corrientes venideras, el futuro. Es al mismo tiempo lo extraño, lo extranjero. En su maleta porta libros, símbolo de cultura, de nuevas formas de pensamiento, música que rompe con la armonía de la casa, y un pasaporte marcado por viajes y experiencias. Durante la primera secuencia, el director tarda en mostrar su rostro en clave de suspense hasta que arranca la película con la llegada de Ana a la casa. En seguida se muestra su pelo, símbolo de feminidad que la hace única y bella. Su personaje es el único que puede llegar a interpretarse como más profundo. Durante toda la película juega con los personajes, intenta desentramar sus pasados, intenta entenderlos, y finalmente será víctima de todos ellos. Su condición de extranjera, de extraña para los habitantes de la casa, hace que los personajes la odien y la deseen. Les choca. Hay un cierto rechazo y una cierta obsesión por poseerla. Cada uno de los personajes se obsesionará de diferente forma con ella.
José, Fernando y Juan, representan los tres pilares que caracterizaron el régimen franquista: el control militar, el peso de la religión y de la moral cristina, y la represión.
José es el pater familia, como él mismo se autodenomina. Nada más entrar en la casa Ana, marca las reglas: él es el encargado de velar por el orden, y es a él a quien se le han de dar las explicaciones oportunas. Obsesivo del orden y del coleccionismo de atuendos militares vive delimitado en las cuatro paredes de su museo. Representa la noción de “imperio español” muy aclamado por el general Franco. Es el centinela de occidente que vive anclado en viejos logros militares. Se disfraza. Su personalidad es fruto de la represión viril que sufrió de pequeño vestido de niña hasta la primera comunión; secreto que se desvela en la secuencia de las cajas. Ahora, símbolo de hombría, mata a la libertad representada en un pájaro de latón que vuela hacia la ventana y choca contra el cristal (augurio del futuro de Ana). Quiere que Ana siga sus preceptos, que siga ocupándose del orden y del mantenimiento de su museo.
Fernando es un ermitaño que busca encontrarse con Dios. Considerado por su madre el mejor, aparenta llevar una completamente ancestral, que consigue levitar y alcanzar la Verdad. Tiñe las paredes de blanco (símbolo de pureza) de una vieja cueva a la que él considera una ermita; sin embargo, la cueva sigue siendo cueva. El hecho de pintar la cueva, de querer lucir otra fachada diferente no supone que cambie la esencia. Se trata de un maquillaje con el que busca engañar a todos. Es un ser completamente falso; que aparente despojarse de todo lo material, de renunciar a comer y sin embargo, le roba la comida a Ana a escondidas. Ella en un cierto momento se siente atraída por él; siente que es el personaje más verdadero de toda la familia, sin saber cuáles son sus obsesiones. Le ayuda a pintar la cueva. Ana renunciará a todo por irse con él. Se despojará de su secador de pelo, de su pintauñas y de sus ropas por sumergirse en esa vida asceta. Fernando es la verdadera representación de la Religión, de la moral franquista que se presenta como limitada y pura. Esa vida ermitaña se fragua desde pequeño cuando él es obligado a renunciar a chuparse el dedo, su único placer, ya que le obligan a llevar un dedil de púas, doloroso para el joven niño.
El único de los varones que está casado es Juan, obsesionado con el sexo, obsesionado con Ana. La acosa, la persigue y fantasea con ella. Vive en la oscuridad, en los no-lugares. Se esconde en su cuarto a ver películas pornográficas con alguna criada. Representa no solo la represión a la que se tiene que someter finalmente Ana; si no, la represión sexual del franquismo en la que primaba la moralidad Cristiana.
La madre no es otra que la España unificada y grande. Siempre diciéndole a sus hijos que tienen que permanecer unidos (frase que cobrara su sentido a lo largo de la película). Reina en la casa. En ocasiones finge ataques epilépticos que pueden incluso generar la risa en el espectador (y es que en el film, en muchas ocasiones, veremos una estética completamente teatralizante, protagonizada por sus personajes). Es quien intenta mantener el recuerdo y los pilares del viejo régimen y caserón. Ella protagonizará dos de los grandes momentos de la película: las cajas y la procesión.
Cuando está en el dormitorio y le muestra recuerdos de la infancia de sus hijos a Ana. Esa escena está cargada de simbolismos; por una parte, odia a sus criadas, a las que considera extrañas, que le roban, que le ocupan su espacio. Representa el rechazo de lo ajeno. Las cajas que muestra tienen las tapas cambiadas: lo que nos viene a decir que los tres pilares son perfectamente intercambiables en cuanto a su importancia, no prevalece uno sobre otro sino que están perfectamente unidos y ligados unos a otros. Esas cajas, como ya hemos ido diciendo, nos muestran el interior de cada uno de los personajes, el porqué son como son: fruto de las circunstancias y de las imposiciones familiares. Al final de la película, vemos que los tres hermanos funcionan como una manada, como un organismo perfectamente engranado que acabará con la vida y libertad de Ana.
Otro de los grandes momentos que protagoniza la Madre es la procesión a la cueva para obligar a su hijo comer. Procesión que en muchas ocasiones recuerda a las pantomimas organizadas por el Régimen y por el general franco como símbolo de poder. Nadie discute las órdenes de la madre, todos lo aceptan y claudican.
Las niñas juegan, ríen, saltan y fingen tener pesadillas. Imitan los modelos familiares que ven. Comen manzanas cuando a su abuela le dan los espasmos; tienen asumido que es una función teatral que hay que disfrutar como un mero espectador. Representan el augurio de lo que puede suceder con las nuevas generaciones y representan el augurio del futuro de Ana encarnado por una muñeca: la muñeca aparece enterrada con el pelo cortado, y las niñas claman que han sido los lobos.
Todos estos personajes están perfectamente hilvanados y entrelazos. Funcionan como un Todo y Ana como un ser extraño. El todo terminará absorbiendo la personalidad de Ana, que se verá sometida a ello sin poder huir, sin poder salir, siendo víctima finalmente del gran engranaje que representa la familia.
El viejo caserón Aislado.
Ana llega a través de un campo que recuerda a los paisajes de la meseta, a un viejo caserón aislado. El Caserón es viejo y está completamente aislado. Recuerda sin duda, la época de aislamiento del régimen franquista y de plena autarquía. Su apariencia de viejo y de oscuro, parece guardar viejos esplendores de la burguesía.
Apenas se muestran las habitaciones de la casa, todo es muy oscuro en su interior, muy viejo. El cuarto de ana se muestra con un poco de más de luz que parece ser reflejo del aura que ella desprende. Los otros compartimentos que podemos ver, son el museo de los uniformes militares, el cuarto de las niñas, y los pasillos por donde deambula el padre y el dormitorio de la madre. Cada uno de esos espacios (más la cueva, que está en el exterior), son los espacios vitales de cada uno de los personajes que hemos descrito anteriormente.
Saura nos muestra pequeños detalles que son los que nos hacen identificarlos como tales, pero no son espacios que se dejen ver perfectamente.
El tiempo en el que trascurre la historia también es desconocido para nosotros. Tampoco se hacen referencias a cuanto tiempo está Ana en la casa, ni cuando llega exactamente ni nada de eso.
Final Trágico.
Ana finalmente no puede escapar de la manada de los lobos, de la familia, que la absorbe. Los tres hermanos se alían para cumplir sus obsesiones y realizar su cometido.
Con Ana y los Lobos, Saura nos traslada a una historia fatal. Una historia que, como hemos venido diciendo, muestra una radiografía del panorama político español. La decadencia de un régimen que sigue cortando las alas de la libertad. Sin mucho alarde de grandeza, con escenarios simples, con un montaje limpio y sin mucho aspaviento, Saura logra una profunda reflexión en el espectador del filme. Una obra que marcará el cine coetáneo y a muchos cineastas posteriores a esta película.